Documentales: A Documentary Collection

La edición de este nuevo trabajo de Rosetta Soundtracks supone primordialmente un acto de justicia con la música de Iván Palomares, con el compositor y con sus seguidores. Confieso que para mí significa una satisfacción adicional, porque se convierte en motivo para celebrar el décimo aniversario del inicio de mi descubrimiento de la música de un autor fundamental en la producción documental española y uno de los compositores españoles más relevantes a la hora de preservar la música audiovisual heredada de unos patrones clásicos sin que por ello se quede a la zaga de ciertos nuevos estilos compositivos, marcados por una amenazante sustitución del volumen orquestal por nuevas técnicas más cercanas a las pantallas de las computadoras que a los papeles de los pentagramas.

La edición de este nuevo trabajo de Rosetta Soundtracks supone primordialmente un acto de justicia con la música de Iván Palomares, con el compositor y con sus seguidores. Confieso que para mí significa una satisfacción adicional, porque se convierte en motivo para celebrar el décimo aniversario del inicio de mi descubrimiento de la música de un autor fundamental en la producción documental española y uno de los compositores españoles más relevantes a la hora de preservar la música audiovisual heredada de unos patrones clásicos sin que por ello se quede a la zaga de ciertos nuevos estilos compositivos, marcados por una amenazante sustitución del volumen orquestal por nuevas técnicas más cercanas a las pantallas de las computadoras que a los papeles de los pentagramas.

Decía que este CD es un buen regalo de décimo aniversario. Fue en el año 2008 cuando escuché por vez primera a Iván Palomares con ‘Birdwatches in Spain’, un trabajo audiovisual promocional sobre avistadores de aves centrado en Andalucía que me llamó la atención para, en sucesivas citas, quedarme desbordado por la música del compositor madrileño. Eran los años en los que desempeñé el puesto de jefe de prensa del Festival Internacional de Música de Cine ‘Ciudad de Úbeda’ y posteriormente el Festival de Música de Cine ‘Provincia de Córdoba’, y en cada edición era extraño no ver nominado a Palomares a los premios Jerry Goldsmith, galardones que se conceden, en el seno de este evento que ahora recala por Málaga como sede, a jóvenes compositores y aquellos que, siendo creadores de trabajos de sumo interés, no suelen recibir los grandes premios del mundo de la composición cinematográfica que, a decir verdad, tampoco son muchos en todo el mundo porque ya se sabe que aún queda camino por recorrer a la hora de valorar este tipo de música.

El ‘Jerry Goldsmith Awards’ cayó en las manos de Iván Palomares en 2009 gracias a ‘Mundos de agua’, música que ya nos descubrió entonces la capacidad creativa de su autor, 26 capítulos de una serie cuya sintonía nos dejaba a las claras que la percusión, la localización de lugares gracias a las apostillas étnicas y las entrañas de la música a base de sinfonismo iban a suponer la cuaderna maestra de las obras más destacadas de Palomares y que este CD compendia a la perfección. Y como comentaba, las nominaciones y estatuillas en los premios Jerry Goldsmith iban conformando el hilo conductor que yo necesitaba por conocer paulatinamente la evolución de este autor confeso en su admiración por nombres de intocables cuyas influencias se dejan oír en extraordinarios trabajos.

Y así, Palomares nos hace volar sobre la superficie de Namibia prolongando las notas como lo hizo Goldsmith en ‘The Blue Max’ o construye poderosos temas percusivos y de cuerda como el principal de ‘Un mundo aparte’ que nos hace recordar aquel mundo perdido de John Williams como gran continuadora del inicio de una saga aun explotada a día de hoy.

No se confundan. Iván Palomares no pone música a imágenes de animalitos. Palomares no solo transporta al espectador con su obra a los mundos recogidos por la cámara de Daniel Landa, sino que va más allá y transforma a quienes nos deleitamos con estos grandes documentales Made in Spain y que deja a las claras que quedaron atrás los tiempos de prevalencia absoluta de la BBC o National Geographic. Palomares transforma al espectador con su música apoyando la causa de Landa, director comprometido que se descubre especialmente en ‘Pacífico’ (2016), segundo viaje iniciático de esa trilogía conformada por ‘Un mundo aparte’ (2012) y ‘Atlántico’, aun por grabar. En ‘Pacífico’, Landa y Palomares nos hacen partícipes de un estupendo guión y de un grado de introspección que nos justifica el porqué de viajar a esos mundos para, principalmente, llevar a cabo una búsqueda que nos permita encontrar el motivo para respetar otros valores reflejados en civilizaciones dispares, la necesidad de ser conscientes del respeto hacia modos de vida distintos al nuestro y, como el mismo Palomares explica, “redescubrir qué es lo que nos hace humanos”.

Y para ello el compositor no hace una música ambiental, sino comprometida. Se ha sentido copartícipe de la obra de Landa hasta tal punto que, más allá de lo tribal y de los estereotipos musicales y la mezcolanza que pueda funcionar bien al oído, contribuye de manera crucial a hacer realidad un guión que reivindica los valores por la diversidad humana.

En ‘El desafío de Garamba’ (2011), Palomares construye una música más contemplativa para unas imágenes con un hostil trasfondo. Se trata de un documental dirigido por Luis Arranz, quien fuera director del Parque Nacional de Garamba en la República Democrática del Congo, en donde la violencia continúa a la orden del día. Llamativo resulta el tema del compositor dedicado al Ejército de Resistencia del Señor (LRA), un grupo terrorista que utiliza niños para el manejo de armas. Estamos ante unas notas oscuras y átonas que volverán a recordarnos a Goldsmith, en esta ocasión ‘El planeta de los simios’, distinto al tema principal de la serie, uno de los más étnicos de la carrera de Palomares.

Con los tres temas para los premios Iris, galardones anuales de la Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión de España, que nos aportan la nota alejada del trabajo documental de Palomares y dejan entrever el sólido clasicismo que acompaña a su música, se completa esta gran recopilación como particular regalo de décimo aniversario y presente de gran valor para los amantes de la música audiovisual. En él encontrarán la evolución de un compositor que ha entrado por derecho en la nómina de grandes creadores musicales del documental junto a George Fenton o Bruno Coulais, pero que tiene mucho que decir en el cine y cuyas tarjetas de presentación (el cortometraje ‘Vents Regirets’ o la recién estrenada ‘En las estrellas’ son buena prueba de ello) preludian grandes momentos para la música cinematográfica española de la mano de un nuevo ‘clásico’ multidisciplinar.

José Carlos Fernández Moscoso

No hay nada más evocador que la música en movimiento, la melodía de un viaje, la banda sonora de lo que hemos vivido. Una canción que nos cuente incluso quienes fuimos durante aquellos días. A lo largo de dos años, di la vuelta al mundo en coche junto a otros dos insensatos y, con una ilusión irreductible, grabamos la serie documental “Un Mundo Aparte”. Más tarde dirigí “Pacífico”, el resultado de una nueva aventura que nos tuvo viajando de isla en isla, en busca de los últimos recodos que habita el ser humano.

Admito que me resulta difícil contar una historia cuando es la historia de mi vida. Hay paisajes inabarcables, experiencias íntimas, hay dramas y maravillas que no caben en un encuadre. El guionista tropieza en las palabras, queda varado, incapaz de describir la emoción de un instante. Y es entonces, en ese momento, cuando acude al rescate la magia del compositor.

Escuchar la música de Iván Palomares es desplegar las velas. Tiene la costumbre de llevarte a donde quiera, de contarte qué se siente al navegar la bahía de Ha Long, al cruzar las calles de Buenos Aires o al sobrevolar las dunas del desierto del Namib.

Ahora, cuando revivo mis viajes a través de los documentales, pienso que sin esas melodías eran viajes incompletos. Su música es tan elocuente que consigue explicarme lo que yo mismo sentí. Y en ocasiones descubre relatos nuevos, amplifica el escenario y se recrea en la belleza de algunos pueblos. Iván sabe que la música es el lenguaje universal y no cae en la tentación de abusar de instrumentación local para llevar al espectador a un territorio concreto. No le hace falta. Él domina el idioma de las emociones. Quien escucha su música empatiza con los protagonistas de la historia, nos habla a través de ellos, da igual si viven en las montañas sagradas de China o a los pies del Ngorongoro. Te envuelve con esa lírica, con ese ritmo de brisa que te eriza la piel. Y si añade además la voz sutil de Marta Cañas, el embrujo ya es completo. Como en una fábula. Su música evoluciona, capaz de irse elevando en planos aéreos o bajar a ras del suelo para susurrar que hay hombres y mujeres que han perdido hasta el futuro. Va comprendiendo el mundo y nos lo cuenta con su música. No resulta fácil transmitir tantas y diversas sensaciones sin perder la identidad. La banda sonora de Iván es reconocible también en los extremos. Capta la lírica que reina bajo mar o la alegría de los amaneceres. Hasta en los silencios se expresa, en la pausa, acompañando el viaje en segundo plano, pero siempre ahí, imprescindible. Y también es capaz de cambiar el paso, aceptar el desafío más orquestal y apostar por la épica cuando la historia lo requiere. Le he visto manejar tristezas, miedos, melancolías y tensiones frente a un piano. Iván Palomares imagina con las manos y plasma mis viajes en su pentagrama.

Me he empeñado en llevar a cada hogar imágenes de los confines mundo, pero necesitan de la musical de Iván para cobrar vida. Sin embargo, uno puede escuchar sus composiciones, cerrar los ojos, y aun así, sentirá que el viaje continúa.

Daniel Landa

Más información en: Rosetta Records