The Curious Case of Benjamin Button

“El curioso caso de Benjamin Button” (Brad Pitt) es la historia, cuyo personaje nace anciano, con el aspecto de un bebé-octogenario, y a medida que pasan los años va rejuveneciendo.
En el asilo de ancianos (en donde es abandonado por su padre biológico y adoptados por Queenie y Tizzy, una pareja afroamericanos que administran el lugar) conoce a la niña Daisy con la cual entabla una relación muy estrecha y contradictoria. A través de los años deben sortear la dificultad de crecer de una manera cruzada, ella envejeciendo y él rejuveneciendo.
Se trata de una película fantástica, pseudobiográfica dirigida por David Fincher (Alien 3, Seven, El club de la lucha), en la cual a modo de Forest Gun, el personaje de ficción atraviesa por algunos hechos históricos reales.
El personaje resulta simpático, el film es entretenido a pesar de la exagerada duración (de casi 3 horas) y de algunos puntos discutibles con respecto a algunas decisiones de guión:

-La historia del niño-anciano (niño con aspecto de anciano) es a primera vista más interesante que su contrapartida anciano-niño, esto hace que decaiga el interés del relato a partir de que Benjamin comienza a tener un aspecto juvenil. El hecho de que la vida de Benjamin en sí, esté contada de un modo lineal no le juega a favor.
-Por lo tanto, el momento en que esperamos la mayor intensidad narrativa, el personaje protagónico se debilita y es sostenida por Daisy (Cate Blanchett). A pesar de que el personaje confiesa que detrás de su presencia juvenil sufre las heridas de los años, no se refleja en la actuación. Así como el niño-anciano evidencia la corta edad detrás de su aspecto octogenario con el vigor de un infante, mecánicamente el anciano-joven es resuelto con inapropiada pasividad. Poco de la angustia que provocan los años, poco de la proximidad de la muerte y el sin sentido de crecer a contrapelo del resto del mundo, se refleja en la actuación.
-Agreguemos dos hechos notables, el primero, que Benjamin se críe en un asilo de anciano, y el segundo, forzadísimo, que el anciano-niño sea víctima del Alzheimer. Incluso en una obra fantástica se deben establecer lógicas internas que se respetan a favor de la credulidad artística (en este film es: Benjamin nace como un bebé octogenario, convive en él la virginalidad de historia y las enfermedades físicas propias del anciano que sanan en el momento de haberlas contraídas, gracias a que rejuvenece). La lógica es validada por la licencia artística. Que el niño-aciano sufra Alzheimer es ilegal, en cambio debiera contraer enfermedades propias de los niños y, a la vez, sufrir la oscuridad que provocan las manchas acumuladas en la memoria a través de los años. El asilo y el Alzheimer son decisiones evasivas ante el conflicto. Es la tensión que como espectador esperaríamos de esta película.

Todo lo dicho, tiendiente a declinar el interés la película, es equilibrado y compensado por la banda sonora a cargo de Alexandre Desplat. La música en general, sin llegar a la monotonía, es uniforme, con preponderancia a la melancolía y a la tristeza, sin duda arrastra hacia sí el ánimo de la película. Si bien no cuenta con la cualidad de impregnarse al instante en la memoria, las melodías son bellas y nos transmiten cierto aire de ingenuidad. Los arreglos orquestales son elegantes, construídos con gran variedad de texturas, con transparencias y superposiciones. Acertadamente en ningún momento se presenta majestuosa ni echa mano a violines que rompen en llanto.
La música con su mezcla de melancolía, tristeza e ingenuidad, termina expresando lo que el personaje, como lo hemos explicado, es incapaz de exteriorizar.